MUNDO HERMÉTICO


Primer movimiento


Cuando yo nací, los ecos aún no habían aprendido a ser escuchados y
la música se intuía a través del sentimiento. Revoloteaban las sensaciones
inapreciables de la vida y, en lo más audaz del universo, se formaban los

destellos de la mañana. Emanaban las voces insatisfechas y se recalcaba el
humeante vagar de los gritos inciertos. Comenzaban a florecer los
primeros síntomas de la curiosidad y el ánimo, avanzaba pausadamente
entre cortinas de luces y agua, entre el rugir armonioso de los sollozos. Las
moléculas ya no eran fenómenos independientes, sino que estaban
agrupadas por lazos invisibles. Había demasiadas moléculas que no
respetaban las inquietudes... Por esa época nací yo, entre algodones de
espuma y grandes globos de fecundidad, recubierto de ecos profundos y
silencios eternos.
Mi caminar fue incierto en los primeros pasos, pero algo en mi interior me empujaba hacia lo más significativo de las cosas. Siempre rodeado de futuras inversiones y vagas estrellas de plenitud... Me calmaba cuando escuchaba, azarosamente, el delicado entusiasmo que surgía al levantar al alba. Aún puedo recordar los dulces ritmos de mi ser, envuelto entre vientos nuevos. Pronto comencé a caminar por los senderos del pensamiento y a reflejar mi aliento en lo más profundo de la noche. Cada paso, suponía una nueva imagen de mi mundo anterior, pero ni siquiera suspiré al mirar hacia atrás; tan solo me interesaba cada paso inédito...

También puedo recordar como, sin darme cuenta, aceleraba mi reducido
ambular. A veces dudaba de poder dar el siguiente impulso, sobre todo,
cuando me sentía influenciado por normas ajenas a mi ser. Era entonces,
cuando mi esencia no funcionaba y ni siquiera andaba para abrir los
párpados... Mis palpitaciones germinaban, con un mutismo asombroso, ante
cualquier novedad tangible. No obstante, el disponer de ciertos alicientes,
suponía un imperioso culto latente hacia las alucinaciones no previstas, las
cuales me sorprendían mágicamente con su peculiar forma de seducir mis
pensamientos, envolviéndolos una candidez amorfa... entonces me sentía
flotar sobre un mórbido pudor que parecía descorrer los cerrojos de
senderos, aún cerrados a mi instinto, con una sutil delicadeza.





Segundo movimiento

Yo no tenía derecho a las situaciones forzadas, pero, de vez en cuando, me
sentía atraído por los incesantes galopes que intuía más allá del horizonte,
tras la penumbra insaciable de los misterios. Mi imagen dejaba mucho que

desear para los cambios incoherentes de mis sentimientos y acompasaba
mi desarrollo con armoniosas dotaciones del exterior, inadecuado para mis

pretensiones. Me sentía obligado a permanecer entre criterios
legendarios, condensados en mi restringido campo substancial, sin que las
acciones de los organismos externos pudieran conjurar contra mi
meticulosa y dilatada progresión. Eran muchos los factores que atenuaban
cualquier tipo de interferencias... Lo cierto es que nunca sentí la más
mínima curiosidad por mi aspecto personal. Estaba más interesado en las
variedades cromáticas y en las alternativas que me ofrecía el reino de los
sueños. Los castillos iban desmoronándose a mi alrededor, mientras los
guerreros acudían en torno a la hoguera para arrojar sus íntimas armas,
quemando la ira insustancial que emanaba como una cosa inoportuna...

Seguían avanzando los colores hacia mis ojos... de forma que confundía los
azules con el mar y los rojos se evaporaban hacia el sol. Comenzaban a
brotar, de forma machacona y dominante los hábitos de belleza, escondida
en fundas de ásperos movimientos. Hubo momentos de sentirme bien,
hasta el punto de frotar entre mis sentimientos para lograr una señal de
plenitud... Tan pronto se apagan los sollozos que las risas, aún se mezclaban
con los gemidos internos, sin poder evitar una cierta jocosidad que no
tardaba en llegar. Poco después, pude adivinar que, no solamente, podía
interponerme a las situaciones deformes, sino que podía imaginarlas como
esculturas de bronce y arena derramadas sobre influjos a mi convivencia,
aunque tan solo fuera permitido por los sentidos.

Llegó el tiempo de las palabras incoherentes, de denominaciones aún más
absurdas que llegaron a confundir mis pensamientos. Pero, detrás de todo,
seguía bajo los mismos criterios, los fecundados en mi instinto natural...
Había que volver de nuevo, al lugar exacto de los acontecimientos, para
definirlos de forma visual, pero tan sólo podía imaginar los recortes de
viejas sensaciones producidas en situaciones poco efímeras. 

Debía poner toda mi atención para recopilar los cantos astrales que iban
acumulándose en torno a mis percepciones, aún no desarrolladas los 
suficientes como para poder apreciar el lirismo de una voz impotente.





Tercer movimiento






Los ritos intentaban fortificar su potestad, con una cierta repulsión hacia
las ilusiones desplomadas. Pero en mi interior, existían ciertas
desavenencias hacia los cultos inmolados y no por propia casualidad...
A fuerza de remolcar tradiciones, me sentía saturado de la sombra que

sobre mí, enderezaba la carencia de ciertas pruebas repletas de hipótesis
confirmadas y fidedignas. Mi única obsesión era atesorar los momentos

más imperecederos, disfrutando de la serenidad de un momento efímero y
aboliendo las formas insubstanciales que se excedían de mi
responsabilidad... Eran fluidos aterciopelados, los que hacían omitir
cualquier mutismo incoherente. Nunca llegué a sentirme verdaderamente
impresionado por el misticismo austero. En cambio, me consideraba un
perfecto sibarita de las emociones mas sensuales... Hubo momentos de
sobresaltos, en la estrechez de mi conocimiento y trataba de hacer
distante, la garantía de un juicioso y complementario sometimiento... La
ingravidez de mi universo, se volatilizaba en eternos momentos. En la mas
pura sencillez, me engalanaba de ráfagas preñadas de sollozos prematuros,
poniendo de manifiesto las bucólicas aspiraciones de asustadizo guerrero.

Era una muestra palpable del esnobismo más renovado. Mi oxidada vanidad,
intentaba deshidratar los latidos más nobles, mientras, la inactividad
manual, encubría las ternuras del movimiento... Sentía cierto vacío, cuando
evaluaba las variables de la realidad. Prematuramente, era admisible una
brizna de rubor en mi adolescencia, provocando variadas muestras de un
amanecer incondicional e inseparable.







Cuarto y último movimiento





Bastaban unos segundos, para hacer nuevas innovaciones en los ejercicios
adquiridos. Cada vez, eran nuevas formas de comportamiento ante las
lecciones digeridas, pero siempre terminaba respirando las mismas

alusiones. Ese atardecer, en el momento exacto de la imaginación, pude
descubrir los sentidos más profundos que parecían no satisfacer a mis

esporádicos deseos... Allí, tumbado entre aromas de flores y alucinados
insectos, podía intuir los más certeros estremecimientos de la calma
revoloteando en mi interior. En el exterior, comenzaba la sintonia entre
notas de lluvia y ritos evaporados. Esa tarde era otro tiempo, un destello
caído en el adormecer de mis propósitos, era una de tantas conjeturas
esparcidas por los confines de la memoria, haciendo expansivos los
criterios más tangibles... La lluvia comenzaba su propio preludio acompasado de los movimientos orquestales y del influjo de la luna, que se intuía tras las cortinas de agua. El persistente palpitar de las notas, modulaba, dulcemente, la melodía dogmática que insertaba, de forma sinuosa, el florecimiento de la esencia... habían aparecido muestras, de lo que más tarde sería el reconocimiento eterno del llanto corpóreo y, aunque las limitaciones eran insinuantes, me sentía tan cerca de la ilusión, que mis labios intuían el esbozo de la sonrisa. Era necesario no descompasar el tiempo entre la lluvia, mientras mis manos, eran atraídas por los caminos del agua, dibujando siluetas inapreciables con la brisa... Se apoderaron de mí nuevos cantos mágicos que, haciendo alusión a las formas más imperecederas de la realidad, me envolvía de un cierto misticismo extrasensorial, elevado mi calma, hacia lo más profundo del universo. Hubo momentos en los que me sentía flotando entre las más delicadas vibraciones cósmicas, repletas de imágenes
vitalizantes, en concierto con determinadas articulaciones en espiral, como si fuera un corcel adormecido entre los vínculos más fértiles...

Era entonces, cuando los océanos orgánicos levantaban olas y los rayos de sol proyectaban caricias. Cuando los torbellinos de estrellas susurraban, tras las nebulosas indefinidas y los vientos astrales cantaban, tras las esquinas del universo...
Recuerdo mi abnegación benévola por alcanzar los confines de la sabiduría
en su grado más fugaz, llegando a palpar los límites del nirvana, aunque tan
solo fuera por un breve espacio de tiempo. Notaba como se forjaba las
esencias más tiernas y admitía los encantos que me otorgaba la nada... mi
mundo hermético llegó a rozar la perfección, pero yo hubiera preferido
estar un segundo vivo, fuera de mis sentidos.

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